En invierno las bajas temperaturas suponen un riesgo para la salud y son, en buena medida, responsables del mayor número de ingresos hospitalarios. Existe un fenómeno de adaptación y aclimatación ante el frío, hay una adaptación fisiológica del organismo; pero además, de la vivienda, de hábitos alimentarios, de sistemas de calefacción y aislamiento de las viviendas, de costumbres sociales, etc.
Cuando la temperatura máxima no alcanza los 6º C., desde un punto de vista sanitario, se debe de planificar y adoptar medidas preventivas.
El frío intenso provoca una serie de alteraciones en el funcionamiento del organismo (estrechamiento de los vasos sanguíneos y bronquios, aumento de la tensión arterial, de la viscosidad de la sangre, etc.) que contribuyen al desencadenamiento o agravamiento de enfermedades cardiovasculares y respiratorias. También las personas con enfermedades reumáticas notan un aumento de su sintomatología. Además, el frío favorece los resfriados, infecciones bronquiales, gripe etc., que se difunden con mayor facilidad al aumentar en invierno las aglomeraciones en espacios cerrados.
Los grupos más vulnerables al frío son los ancianos y las personas que padecen diversas dolencias crónicas, sobre todo cardíacas o respiratorias; en el otro extremo de la vida, los bebés expuestos son sumamente vulnerables.
Para protegerse del frío resulta muy útil mantenerse informado de la situación meteorológica a través de los servicios informativos, conviene disponer de un termómetro en la casa para el control de la temperatura, tener un buen aislamiento térmico de la vivienda y utilizar el sistema de calefacción con objeto de mantener una temperatura de unos 21ºC durante el día y 18ºC al acostarse.
Los alimentos proporcionan calor a nuestro cuerpo. El frío hace que aumenten las necesidades calóricas y por tanto el consumo de alimentos, conviene hacer comidas calientes que aporten la energía necesaria (legumbres, sopa de pasta, etc.), sin renunciar a una alimentación variada que incluya el resto de alimentos (verduras, fruta, carne, huevos, pescado, cereales, leche, etc.). A lo largo del día, y antes de acostarse, una taza de alguna bebida caliente (caldo, cacao, té, leche) ayuda a mantener la temperatura corporal y es muy reconfortante. Debemos limitar al máximo las actividades exteriores, especialmente si se pertenece a algún grupo de riesgo. Si es preciso salir al exterior, es conveniente ir bien abrigado con prendas resistentes al viento y la humedad y respirar por la nariz para evitar que el aire frio entre directamente a los pulmones.
Cuidado con el hielo en las calles. Un elevado porcentaje de lesiones relacionadas con el frío tiene que ver con caídas al resbalar sobre placas de hielo. Esto es de especial importancia en el caso de las personas mayores cuyos huesos son muy frágiles y una caída puede suponer una fractura de cadera o de otros huesos. Utilizar calzado antideslizante si es posible.
Es importante que los mayores de 60 años o los que padecen de alguna enfermedad crónica del corazón, pulmones, riñones, diabetes, etc. se vacunen de la gripe durante el otoño.
J. Miguel San Martín Rodríguez. Psicólogo sanitario.