La violencia de género es una lacra de nuestra sociedad que merece la repulsa de todos. Una gran lucha a la que nos tenemos que enfrentar a diario y supone un esfuerzo para los cuerpos de seguridad del estado y de la propia administración para disminuir su incidencia.

La violencia de género se va forjando generación tras generación en cada individuo mientras crece y se inserta en la sociedad.

¿Por qué se produce?

Aprendizajes vicarios a través de modelos de conducta, medios de comunicación y sobre todo por la reacción de los “espectadores”, hacen que un individuo, hombre o mujer vaya adquiriendo patrones de conducta que formarán parte de su repertorio conductual, forjando perfiles de víctimas y maltratadores de violencia de género sino se hace nada al respecto.

Los estereotipos de género son los que se encuentran en la base de este tipo de violencia, según los estudios, a pesar de que damos por hecho que ya pertenecen al pasado.

Unos hombres pueden estar perfectamente concienciados de la gravedad y de las consecuencias de la violencia de género, pero también pueden estar en el gimnasio con una mujer, mientras uno de ellos la increpa con frases que rozan la grosería, mientras los demás ríen, eso también es violencia de género.

Quizás existe un punto de inflexión, que es la etapa de la vida donde comienzan las relaciones de pareja. En  los jóvenes y adolescentes que inician sus relaciones y se implantan interacciones que pueden conducir a perfiles de víctimas y maltratadores potenciales.

Los estudios actuales nos hacen ver que el sector de población más afectado por la violencia machista es el adolescente. Según la macro encuesta española de violencia contra la mujer del año 2015, un 21% de las mujeres menores de 25 años que han tenido pareja ha sido víctima de violencia de género.

Señales de alarma

Revisar el móvil, imponer amistades, insistir en mantener relaciones sexuales e incluso insultar o agredir aparecen como las situaciones intimidatorias más habituales.

El principal problema que existe en la violencia en parejas adolescentes radica en el hecho de que las agresiones tienen lugar en edades muy tempranas. En muchos casos, esta violencia se desencadena ya desde la primera relación de pareja, lo que supone que la víctima no cuenta con experiencia e información para valorar adecuadamente la situación que vive y, por tanto, no puede darse cuenta de lo que está ocurriendo y cuáles serán sus consecuencias

Existen unas señales de alarma, sobre las que hay que actuar para evitar que se instauren patrones de conducta que guiarán futuras interacciones y relaciones de esas personas a lo largo de sus vidas.

Con frecuencia nos encontramos con hombres que sus relaciones son con mujeres que les aguantan todo tipo de control y amenazas, déspotas, sin ningún respeto por los intereses o necesidades de su pareja. A su vez, también mujeres que sus relaciones son con hombres que las controlan, no las respetan, utilizan las amenazas y la violencia para imponer su voluntad.

¿Sera mala suerte, o serán patrones de conducta aprendidos y los estereotipos de género, la causa de que estas personas busquen perfiles de pareja determinados en sus relaciones?

Pero, ¿cuáles son las señales de alarma? En su mayoría sutiles y disfrazadas de pruebas de amor, intentemos contestar a estas preguntas en relación a nuestra pareja:

¿Controla el dinero que gastas?, ¿te dice cómo tienes que vestirte?, ¿se enfada si inviertes más tiempo en tus amistades o familiares del que considera necesario?, ¿mantienes relaciones sexuales aunque no te apetezcan porque si no, se enfada?, ¿controla tu móvil y tus redes sociales?, ¿tienes que informarle de tus horarios?, ¿le quita importancia a tus logros personales o profesionales?, ¿organiza tu tiempo libre? ¿sientes que en los ratos de ocio tienes que consultarle en que invertir tu tiempo?, ¿cuando tienes algún problema lo minimiza con comentarios del tipo: eso no es nada, te quejas de vicio, etc.?, ¿cuándo discutes, en la mayoría de las ocasiones cedes tú, aun teniendo la razón porque podría pasarse días sin hablarte y haciéndote el vacío?, ¿si tiene un problema fuera del ámbito de la pareja, te hace sentir responsable de ello?, ¿te hace sentir que no sabrías seguir adelante si no estuvieras a su lado?, si estáis en público, ¿temes decir lo que opinas por si por si se enfada?, ¿usa el  chantaje emocional a menudo para lograr sus objetivos?, ¿te recuerda una y mil veces los errores que has cometido?, ¿has dejado de contar tus problemas de pareja a tu entorno porque sabes que si se enterase se enfadaría?, ¿temes como decirle algunas cosas porque sabes que su reacción puede ser desproporcionada?, ¿te sientes incómodo/a si te mira alguien del sexo opuesto por si acaso tu pareja se diera cuenta y pudiera ser motivo de otra discusión?, ¿sientes que necesitas su aprobación en cada cosa que haces, o incluso piensas?, ¿la manera en la que se dirige a ti ha cambiado transformándose en imperativa?, ¿sientes que no puedes ser tú mismo/a cuando estás con tu pareja?, ¿te trata como si fuera tu padre/madre en lugar de tu pareja?, ¿las decisiones importantes las toma sin tener en cuenta tu opinión?, ¿te hace dudar de tus capacidades?, ¿sientes miedo?.

Si tu respuesta es sí a alguna o algunas de estas preguntas, debes de actuar de inmediato y solicitar ayuda.

Las consecuencias del maltrato emocional y psicológicos son graves entre ellas está: malestar físico, baja autoestima, pérdida de relaciones sociales llevando en muchas ocasiones al aislamiento, estrés, ansiedad, depresión, problemas de sueño y alimentación, adicciónes, irritabilidad, descuido del aspecto físico, apatía, sentimientos de impotencia, inseguridad, dependencia emocional, culpa, debilidad, etc.

No debemos quedarnos impasibles frente a estas conductas y actuar, seamos los protagonistas o familiares y/o amigos.

Debemos solicitar ayuda profesional.  Y en caso de necesidad el gobierno ha puesto a disposición de los ciudadanos el teléfono 016, gratuito, anónimo, confidencial y no deja rastro en la factura telefónica.

J. Miguel San Martín Rodríguez

Psicólogo Sanitario